He vuelto a tocar fondo.
Voy de arriba a bajo y no estoy en ningún lado.
Soy una flor acuática, flotante, solitaria.
Irremediable que anhelada irónicamente su remedio.
Anhela su amor.
Anhela amigos con quien limpiarse el corazón.
Lazos difíciles de sostener.
Falta de practicar en la constancia.
Pido perdón a mí misma primero por mi falta de perdón
por no darme el amor que merecía,
por no darme el amor que esperaba.
Mi enfoque estaba afuera
¿Y dime cómo aprender a amarme desde adentro?
Mis heridas las miro y no sé qué sentir.
Mi brújula es un mapa sin ubicación.
Demasiada neblina en este desierto.
Ya quiero apretar el botón
pero eso me haría cobarde.
Debo soportar con cordura,
con paciencia, con esperanza
aunque esas palabras ahora sean simples chicles
para adornar el dolor.
Guirnaldas para la herida.
En mi pecho hay un latir,
un latir oscuro
donde reposa el aura de un pájaro negro
que duerme tranquilo.
Y no sé cómo despertarlo.
Me da pena y miedo despertarlo.
Se ve tan lindo, tan en paz
que parece que
duermo con él por la eternidad.
Pero no. No es cierto.
Yo estoy aquí,
testigo de su paisaje,
me escondo detrás de las palabras.
La pájara y yo somos una.
Ella es mi extensión.
Ella es la sombra de mi extensión.
La sombra de lo que me cuesta entender,
la sombra de lo que no termino de abrazar.
¿Quién la hallará?
¿Quién querrá quedarse hasta cuando el sol se ahogue
junto al mar por el infinito,hasta el final?