Mientras miraba a la calle desde mi balcón, decidí, ya que
mis tiempos se van aligerando, retomar las columnas que escribía. Y me
preguntaba sobre qué escribir en la columna de hoy. Algo me mí me dictaba: “Las
cosas que dejamos”, mientras sentía que el viento confirmaba tal afirmación.
Nuevamente lo escuché: “Escribe sobre las cosas que estás dejando”.
Recordando algo que estoy decidiendo dejar, le agregué un
Mcguiffin musical interesante al planteamiento: Y si fuera una película, ¿Qué
tipo de música tendría ese episodio de mi vida? ¿Qué canciones tendría?
Mientras imaginaba, escuchaba, recordaba y alucinaba las despedidas y los
inicios de este sueño. Las palabras y canciones iban aterrizando. ¿Estoy
dispuesta a dejar ‘estas’ cosas por esto?
Esa fina línea entre el sí y el no, entre la posibilidad de
aún quedarse mientras el tiempo no avance... Hoy estas aquí, mañana quien sabe.
Decisiones que cambian rumbos, que te llevan al patio de tu casa o al fin del
mundo sí así lo eliges. “Decisiones” como diría Rubén Blades, “todo cuesta”.
¿Adónde iría todo ese enredo de dudas y resoluciones que al
final definen nuestro destino? ¿Cómo saber si estás en el camino correcto? Como
dice la canción de The Clash “Should I stay or should I go?” ¿Debo irme o
quedarme? Muchas pueden ser las razones para llegar a encontrarnos aquí y
sentirnos inseguros ante esta pregunta mientras realizas mentalmente los pros y
los contras de cada cosa.
Pisando tierra, en el contexto actual, evidentemente una de
esas razones sería la coyuntura del país “porque el sol está cayendo y el dólar
sigue subiendo”, diría el ingenioso Raúl Romero. En ese caso, el debate sería
entre marcharse, “cambiar de aires”, “probar suertes” en Esperanzalandia, vivir
el “Sueño americano” o quedarte aquí, en tu Lima panzeburro, Lima Limón, Perú
campeón. Si fuese la primera, sería literalmente salirse del mapa y ponerse a
cantar “Me llaman el desaparecido” de Manu Chao, o en la segunda opción de
repente “Contigo Perú”, del Zambo Cavero.
Quizás, una de esas razones sea que te rompieran el corazón,
o que te chotearan los intentos. Bueno, ya pasó. “Todo tiene tiempo”, todo
tiene su límite, “Todo tiene su final” diría Héctor Lavoe mientras que Nancy
Sinatra diría “These boots are made for waking”. Si cierras la puerta al
pasado: los juegos de bloqueos, indirectas bajo el mar de las pantallas,
tropezar con la misma piedra. Si pasas la página “tu corazón va sanar”, diría
Jorge Dexler.
Quizás, amistades que ya no dan pronósticos de vida, o por
el contrario amistades que, pese a las distancias y el tiempo, nunca se van (se
me ocurre “Tu por mi” de Christina y los Subterráneos)
O quizás la situación es el de sentirse frustrada por no
saber si continuar estudiando, cambiarte de chamba, intentar nuevos horizontes,
tomar el riesgo, viajar, intentar el sueño loco de chiquita. Nunca es tarde.
Quizás esas puertas cerradas están para acercarte más a tu propósito, y probar
“cuán lejos puedes ir”, con la emoción que lo cantaría Moana.
Consejos y sugerencias de irán y vendrán de mil personas, pero la letra final será tuya, será mía. El pastor de mi iglesia suele decir que uno de los filtros que utiliza para saber si una decisión es correcta para ti es si te da paz. Esto quizás sea un mensaje para alguien más, no lo sé. Pero hay oportunidades que esperan por ti y por mí. Nos toca decidir sabiamente, escuchar al corazón, recordar quienes somos, reconociendo nuestros talentos, reconociendo gracias a quién estamos aquí. Soñemos en grande, probemos cuán lejos podemos ir.