lunes, 15 de enero de 2018
Primera herida en hoja en blanco
Sé que si te vas, ha de ser por mi culpa.
Te enamoraste de la miel y los frutos
gracias a los años bajo el imperio de las tinieblas.
El festejo de los primeros esbozos en tu piel,
y mi pasión nunca tuvo bozal ni correa.
Yo me ahogo en mi laberinto necesitado de silencios
por no saber cómo querer
por no saber cómo decir lo que quiero
porque tengo miedo a comerte, mi amor, y mi memoria sea
un agujero en las hojas en blanco de tu amor.
Esa herida que mata y que al morir ilumina un corazón.
Oh, pero mi corazón es un monstruo desesperado.
Y aquí viene el miedo otra vez:
Te contempla y te muerde.
Se ríe, te contempla y se muere.
Se ríe, te comtempla y ahora muerde su propia cola.
Y se rié mientras llora comprendiendo que su desdicha fue mal encaminada.
Recordando, maldita sea, el latido de sus manos sin alma.
Lucidez llevándose las noches de insomio por el drenaje
a donde van las lágrimas que aprendieron
a olvidar.
Pájara duerme
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